Antes de teclear contra una tuitera *a esta habría que borrarla del mapa* y otras expresiones violentas de esa índole al leer un post feminista (fuente: todo X el último tiempo)—imaginando que, si se logra silenciarlas se terminaría la supuesta pantomima progresista—podría ser útil detenerse un momento para reflexionar sobre qué más podría estar exacerbando semejantes niveles de furia. Rara vez nace de un solo tuit: suele provenir de un cúmulo de frustraciones que van más allá de la lectura airada de un par de oraciones o un posteo sobre la marcha. Algunas otras fuentes de resentimiento que podrían estar alimentando esa ira rabiosa y descontrolada, con enfoques más y menos comprensivos, a continuación.
(Nota: este texto está basado en nociones sobre relaciones cis heterosexuales porque son las que suelen debatirse en el mundo de los incels).
1. Ni las mujeres ni la mandíbula: el problema de las apps y los feeds
La conversación incel suele girar en torno a la apariencia: rostros con ángulos marcados, cuerpos impecables, técnicas como el mewing y filtros, fotos cuidadosamente diseñadas para impactar en un instante. Aplicaciones de citas como Tinder, donde se propone decidir sobre la viabilidad de alguien basándose exclusivamente en una impresión visual, pueden reforzar la idea de que la apariencia—específicamente el modelo Chad—es lo único que importa. Sin embargo, esta narrativa ignora una realidad más compleja, que no se limita al diseño de estas plataformas ni a las dinámicas que promueven.
Un estudio reciente de Fisher et al. (2023), publicado en Journal of Social and Personal Relationships, analizó lo que las mujeres heterosexuales buscan en relaciones a largo plazo. Contrario a la creencia popular, la apariencia física no fue el factor determinante. En cambio, cualidades como la inteligencia emocional, la capacidad de comunicación y la disposición a construir una conexión genuina fueron señaladas como prioritarias. Las participantes del estudio mencionaron que, aunque la atracción inicial puede basarse en lo visual, lo que mantiene una relación son aspectos como la confianza, el respeto mutuo y la capacidad de resolver conflictos de manera constructiva.
Las aplicaciones actuales, sin embargo, no siempre permiten que afloren esas cualidades: una descripción breve o dos fotos retocadas no muestran cómo alguien reacciona ante un problema que la otra persona comparte. Y, al mismo tiempo, quienes se sienten descartados por su físico pueden replicar esa misma superficialidad al juzgar los perfiles ajenos, como si usaran contra los demás lo mismo que les causa tanto sufrimiento cuando se usa contra ellos.
Conocer gente fuera de estas plataformas—ya sea en círculos de amigos, charlas culturales o cualquier espacio de afinidades—no resuelve todo, y definitivamente no es fácil, pero permite que la simpatía o la complicidad emerjan sin la presión de una validación instantánea basada únicamente en una expresión específica de una identidad visual curada.
Incluso en el mundo digital existen formas de conectarse, fuera de las apps más populares, que permiten explorar más capas de lo que constituye a una persona. Foros donde conectar por intereses comunes, aplicaciones con diseños alternativos (como Coffee Meets Bagel en EE.UU.) y plataformas similares pueden aliviar un poco la carga abrumadora de que la posibilidad de tener un encuentro con otra persona dependa tan significativamente de cómo uno luce y se presenta. Lo más probable es que la capacidad de compartir algo más que una aprobación estética convierta el momento, incluso en su versión más casual, en algo más divertido y enriquecedor.
Memes populares sobre el tema: Los personajes Virgin, Chad, Becky y Stacy representan los estereotipos centrales de esta subcultura. 'Virgin' es el incel, retratado con la cabeza baja, figura delgada y piel pálida, considerado inferior al 'Chad,' quien es tosco y poco inteligente. 'Becky' simboliza a una mujer educada y con voz propia, pero vista como no deseada. Por otro lado, 'Stacy' es la versión femenina de Chad: promiscua y superficial.
2. Nadie está tirando manteca al techo: la complejidad de la conexión en cualquier género
A menudo se escucha en foros incel que las mujeres, por serlo, cuentan con un catálogo interminable de candidatos, y que la soledad femenina solo deriva de su propio capricho o de no cumplir un canon físico. Sin embargo, Cigna (2023) y la Harvard Graduate School of Education (2024) reportan índices muy altos de aislamiento en jóvenes de cualquier género: más del 60% refiere sentirse desconectado o con un bajo nivel de apoyo emocional.
No pocas mujeres relatan recibir docenas de mensajes que nunca trascienden lo trivial, o conversaciones que duran un suspiro y terminan en ghosteo. Tener varios chats pendientes no garantiza un respaldo afectivo ni un entorno confiable. Mientras tanto, los varones enfrentan la consigna de no expresar vulnerabilidad, lo que deriva en la búsqueda de foros donde la ira se valida. De ahí al mito de ellas lo tienen fácil hay un paso. Al ampliar el panorama, surge la conciencia de que las dificultades para conectar no son exclusivas de un solo grupo. Lo que a menudo se interpreta como una ventaja femenina—la facilidad para recibir atención—esconde dinámicas más complejas, como la presión por cumplir estándares estéticos (véase la epidemia de tratamientos estéticos, más o menos invasivos) o la falta de conexiones significativas, que también afectan a las mujeres.
Muchos hombres evitan mostrar inseguridades por miedo a ser vistos como débiles, refugiándose en comunidades donde el resentimiento se retroalimenta. Así se fortalece la idea de que ellas lo tienen todo, ignorando que las exigencias estéticas y la falta de contención real también afectan a las mujeres. Esta perspectiva más amplia no resuelve la frustración que sienten muchos incels, pero sí cuestiona la idea de que las dificultades para conectar sean un problema exclusivo de un solo grupo.
3. El acceso rápido a la pornografía y a la atención paga pueden estar afectando las expectativas en los encuentro reales
Nunca hubo un acceso tan sencillo y accesible a la pornografía y a la atención por suscripción. Este fenómeno, sin embargo, no es neutral: redefine cómo se experimenta la intimidad y el deseo. Esos usos y contactos suelen venir asociados a guiones donde la dinámica es clara: placer inmediato, cuerpos perfectos y emociones ausentes. Según un estudio de la Universidad de Stanford (2024), el consumo prolongado de contenido explícito puede distorsionar la percepción de la intimidad y generar expectativas que chocan con la realidad.
Plataformas como OnlyFans han intensificado este fenómeno. La diferencia no es solo el contenido, sino la promesa de interacción personalizada. Se paga no solo por ver, sino por la ilusión de que alguien al otro lado está prestando atención. Esa promesa no es menor: convierte el deseo en algo transaccional, pero también emocionalmente confuso.
El problema no radica en la existencia del contenido explícito, sino en cómo se vuelve el único referente. Cuando la intimidad real no puede competir con la velocidad y la perfección de lo que se consume, cualquier encuentro fuera de la pantalla corre el riesgo de parecer insuficiente. Las expectativas sobre cómo deberían comportarse las mujeres—siempre dispuestas, siempre en control—no son simplemente irreales, sino limitantes.
No se trata de criticar el deseo o la imaginación, sino de cuestionar la idea de que la vida fuera de la pantalla debería ajustarse a un guion prefabricado. Si la otra persona pide una pausa, expresa dudas o no responde como en un clip diseñado, la realidad puede parecer decepcionante. Sin embargo, ese supuesto realismo que ofrecen las escenas virtuales es un montaje que no considera la incomodidad, el ensayo y error ni las emociones genuinas. Al final, muchos usuarios se encuentran con una sensación de vacío aún más profunda al desconectar, al darse cuenta de que la inmediatez paga no genera reciprocidad afectiva ni mayor comprensión de la vulnerabilidad propia o ajena.
4. La masculinidad de hoy quedó atrapada en un momento transicional
Los varones de hoy, entre transiciones históricas, nichos de ídolos streamers y un mundo convulsionado por la incertidumbre, se encuentran con pocas certezas y mucha confusión sobre el tipo de masculinidad más beneficiosa para todos.
El discurso social tradicional enfatizaba que un hombre valioso debe generar ingresos, mostrarse invencible y desenvolverse sin fisuras en la conquista. La precarización laboral, las relaciones más igualitarias y la revisión crítica del machismo rompieron ese molde, dejando a muchos hombres sin un referente claro. Según un estudio de Kimmel (2018), la crisis de la masculinidad moderna está ligada a la falta de modelos alternativos que permitan a los hombres expresar vulnerabilidad sin perder su sentido de identidad. Este vacío en la definición de lo masculino impulsa resentimientos volcados en foros donde la hostilidad se normaliza.
Kimmel, en su libro Healing from Hate: How Young Men Get Into—and Out of—Violent Extremism, analiza cómo la falta de modelos masculinos claros y positivos ha llevado a muchos hombres a buscar refugio en comunidades online donde la frustración se convierte en identidad. Estos espacios, aunque ofrecen un sentido de pertenencia, suelen reforzar narrativas tóxicas que culpan a otros—especialmente a las mujeres y a los movimientos feministas—por la incertidumbre que sienten. Kimmel argumenta que, en lugar de buscar soluciones colectivas o replantearse qué significa ser hombre en el siglo XXI, muchos varones se aferran a ideales obsoletos que ya no funcionan en un mundo que exige mayor flexibilidad y empatía.
El modelo del varón proveedor y hosco, con la mujer dócil y dependiente, era injusto y pernicioso para ambos lados, pero era sencillo y claro. Cuando ese modelo se cuestionó, surgió un vacío de certezas sobre cómo establecer una pareja heterosexual, lo que sumió especialmente a los varones en una profunda incertidumbre.
Aun así, surgen experiencias en ámbitos juveniles, deportes barriales o talleres de salud mental que invitan a compartir miedos o cansancio sin considerarlo una afrenta a la masculinidad. No tienen el mismo alcance que las comunidades incel, pero testimonios de quienes participan describen cierto desahogo al no tener que ser inquebrantables todo el tiempo. El relato incel, en cambio, lo llama “destrucción del hombre,” sin advertir que quizá sea una oportunidad para soltar un rol agotador, abriendo la posibilidad de una masculinidad menos rígida y más colaborativa.
5. Las políticas de género no son solo para mujeres ni inventaron las crisis económicas
Una de las críticas más frecuentes a las políticas de cupo o inclusión es la creencia de que otorgan ventajas injustas a ciertos grupos, desplazando a quienes “realmente” se han esforzado. Pero esta visión simplifica lo que está en juego. El verdadero problema muchas veces no es la inclusión de mujeres o minorías, sino el sesgo implícito que lleva a contratar a personas similares a quienes ya están en el poder.
Este fenómeno, conocido como "homofilia", es común en entornos laborales. Contratar a alguien que se parece a uno mismo—ya sea en antecedentes, educación o conexiones sociales—puede parecer una elección natural, pero deja fuera a muchas personas altamente calificadas. Las políticas de cupo obligan a cuestionar estos hábitos y a abrir el proceso de selección para evaluar el talento real.
Los beneficios de estas políticas no se limitan a quienes ingresan gracias a ellas. Estudios han demostrado que la diversidad en los equipos mejora la toma de decisiones y la innovación, lo que beneficia a toda la organización. Además, hay efectos directos en la calidad de vida de los varones. En países como Suecia y Noruega, donde existen políticas de igualdad bien implementadas, los permisos de paternidad igualitarios han reducido el estrés familiar y mejorado el bienestar general, según datos de la OECD (2025).
Estas políticas no son un juego de suma cero. No se trata de perder oportunidades, sino de asegurar que las oportunidades no se distribuyan de forma desigual por factores que poco tienen que ver con el mérito.
6. No importa todo el esfuerzo, igual puede fallar
En sociedades que promueven la meritocracia, existe la creencia de que el éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual. Sin embargo, factores estructurales como el contexto económico, la educación y las redes sociales también juegan un papel determinante.
Un estudio de Pew Research (2025) muestra que el 65% de los varones jóvenes en situaciones de precariedad económica reportan dificultades para establecer relaciones afectivas. La falta de estabilidad financiera puede afectar la percepción de uno mismo y limitar las oportunidades sociales.
Adicionalmente, fenómenos como el desempleo estructural, la precarización laboral y la explotación en economías de plataforma han agudizado la frustración generalizada. La fatiga crónica y la falta de tiempo, resultados de jornadas laborales extensas y mal remuneradas, contribuyen al sentimiento de estancamiento.
Frente a esta realidad, la narrativa predominante ha buscado culpables individuales o grupales, en lugar de señalar las condiciones materiales que generan este descontento. Este desplazamiento del foco permite que los sentimientos de frustración se conviertan en resentimiento dirigido hacia colectivos vulnerables o cambios sociales. Sin embargo, la solución no está en encontrar culpables, sino en exigir mejores condiciones estructurales: empleo digno, acceso a la educación y tiempo para el desarrollo personal.
Reconocer estos factores no significa resignarse, sino entender que existen barreras externas que pueden enfrentarse a través de políticas públicas y apoyo comunitario.
7. Gritarle a una feminista en Twitter no va a resolver ningún problema de fondo, sólo los tapa
En círculos incel, surge la tentación de atacar a quienes promueven cambios sociales—especialmente mujeres—con la creencia de que, si ellas desaparecieran, se recobraría un orden perdido. Es una descarga que puede brindar un instante de sensación de triunfo y misión, pero no corrige el aislamiento ni la falta de un proyecto vital. Tras la agresión, el vacío sigue ahí, y el impulso se renueva buscando nuevas víctimas.
La supuesta solución de “hacerlas callar” no repara la soledad ni la precariedad que molesta; solo suma violencia a la rutina de frustraciones sin salida constructiva ni sustentable.
Quizás existe la idea de que solo es posible generar comunidad con un enemigo común: las feministas, los progres, los wokes. Como si el odio en foros y las agresiones fuesen la única forma de conectar con pares. Pero dado que atacar a otra persona no resuelve nada, es peligroso, es tóxico (y muchas veces está tipificado legalmente), quizás cabría preguntarse si no se podría establecer un vínculo con esos mismos compañeros en torno a otros intereses y afinidades menos tóxicos y más constructivos para todos.
Nota: Las agresiones no son solo moralmente atroces, sino que también tienen consecuencias legales: la Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres tipifica la violencia psicológica y simbólica, incluyendo amenazas y hostigamiento en línea, como formas de violencia de género. Además, el Código Penal Argentino sanciona delitos como las amenazas (artículo 149 bis) y el acoso digital (artículo 131 bis), lo que encima las convierte en actos punibles.
El problema de buscar enemigos comunes es que refuerza las cámaras de eco, espacios donde las ideas se retroalimentan sin cuestionamientos. En estos entornos, las narrativas extremas se normalizan y cualquier perspectiva contraria se descarta como traición. Esto no solo limita la capacidad de reflexión crítica, sino que también perpetúa un ciclo de aislamiento y resentimiento. En lugar de construir conexiones auténticas, se fomenta una dinámica de confrontación constante que, a la larga, solo profundiza la sensación de desconexión.
Una alternativa sería explorar intereses comunes que no giren en torno al odio o la exclusión. Por ejemplo, foros dedicados a hobbies, deportes, arte o incluso discusiones filosóficas podrían ofrecer un espacio para construir relaciones basadas en la colaboración y el respeto mutuo. Esto no solo ayudaría a reducir la hostilidad, sino que también abriría la puerta a una comprensión más profunda de las propias emociones y las de los demás.
Consideraciones finales: un mosaico de causas tras la bronca
Entre los algoritmos de las apps de citas, la incertidumbre económica y el derrumbe de modelos masculinos anacrónicos, surge una mezcla de frustración que algunos vierten en foros de resentimiento.
No se pretende negar el descontento que están experimentando varones (y tambien mujeres, aunque quizás se vea expresado de formas diferentes). Simplemente se delinean esos matices que a menudo quedan ocultos por la inercia de la agresión digital. Tal vez el enojo no se disipe tirando insultos, y la precariedad no mejore culpando a un grupo específico; quizás haga falta mirar con más detenimiento esas lógicas que gatillan semejante furia. Reconocer la complejidad puede ser, al menos, un paso para desarmar la espiral de dolor que empuja a creer que silenciar a otras personas resolverá cualquier desolación.
Referencias
Kimmel, M. (2018). Healing from Hate: How Young Men Get Into—and Out of—Violent Extremism. University of California Press.
Fisher, H. E., Aron, A., & Brown, L. L. (2005). Romantic love: An fMRI study of a neural mechanism for mate choice. The Journal of Comparative Neurology, 493(1), 58-62. https://doi.org/10.1002/cne.20772
Wright, P. J., Tokunaga, R. S., & Kraus, A. (2016). A meta-analysis of pornography consumption and actual acts of sexual aggression in general population studies. Journal of Communication, 66(1), 183-205. https://doi.org/10.1111/jcom.12201
Cigna. (2020). Loneliness and the workplace: 2020 U.S. report. Retrieved from https://www.cigna.com/static/www-cigna-com/docs/about-us/newsroom/studies-and-reports/combatting-loneliness/cigna-2020-loneliness-report.pdf
Twenge, J. M., & Campbell, W. K. (2019). Media use is linked to lower psychological well-being: Evidence from three datasets. Psychiatric Quarterly, 90(2), 311-331. https://doi.org/10.1007/s11126-019-09630-7
Cuando habla de foros de hobbies lo primero que pemsé fue "claro, como substack"